He aquí una historia auténtica del más allá, que gustará a las personas de alma romántica.
Sir William Barrett, fue un conocido investigador de lo paranormal, cuando la época del espiritismo estaba en todo su apogeo. Sus investigaciones dieron como resultado pruebas sorprendentes y algunas de sus experiencias en ese campo son dignas de ser conocidas. La historia de la cual les hablo, ocurrió en 1915.
Barrett se había hecho acompañar de dos médiums de su total confianza, Lennox Robinson y Travers Smith, ninguno de los cuales practicaban regularmente la mediumnidad, pero que, sin embargo, presentaban cualidades idóneas para desarrollarla, según suponía el propio Barrett. Al inicio de las sesiones, que siempre se realizaban con un tablero ouija, se lanzaba una pregunta al aire en espera de que fuera contestada por un supuesto espíritu que deseara contestarla.
En cierta ocasión, la respuesta vino de un joven oficial que decía haber muerto en los campos de batalla franceses (recordemos que nos encontramos en plena Primera Guerra Mundial). El espíritu se presentó con nombre y apellidos, y pronto los reunidos supieron que se trataba del primo de la médium Travers Smith, cuya muerte ella ya conocía. Pero lo curioso viene ahora.
El soldado les dijo a los espiritistas e investigadores que pidieran a su madre les entregara su alfiler de corbata, con una perla incrustada, para que se le remitieran a la chica con la cual había pensado casarse antes de morir. Para ello, dio el nombre y domicilio de la prometida.
Tanto la médium como los padres del oficial, desconocían por completo que el joven tuviera novia, y Barrett quiso comprobar que la historia correspondía con la realidad. Se escribió una carta con el nombre de la muchacha y esta fue enviada a la dirección indicada. Al poco, la carta fue devuelta como desconocida y Barrett pensó que de nuevo se encontraba ante un caso engañoso. Sin embargo, seis meses después se descubrió que el soldado se había comprometido realmente, sin decírselo a nadie, con una joven cuyo nombre coincidía plenamente con la que el “fantasma” había dado. Esto lo hizo poco antes de partir para el frente. Barrett, dice al respecto:
“Por eso no lo sabían ni su prima ni su familia íntima, y nadie oyó jamás el nombre de ella hasta que el ejército devolvió los efectos personales del muerto. Entonces supieron que en su testamento, él la había nombrado heredera, y asignaba el nombre y apellidos exactos que había dado. Y lo que es igualmente notable, ¡entre sus pertenencias se encontró un alfiler de corbata con una perla incrustada!”
Esto es lo que se llama entregar el amor hasta el último suspiro.
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