jueves, 31 de enero de 2013

El misterioso cuadro

En Puerto Rico, existe un antiguo fuerte colonial español, llamado San Cristóbal, en cuyo interior podemos encontrar varias cisternas de agua dulce cuya longitud es tan extensa, que para visitarlas es necesario hacer uso de una barca. Estas cisternas están siempre repletas de agua, pero como a nadie les interesa ya, se encuentran ahora sin iluminación ni medio de transporte con las cuales poder entrar a verlas. Es aquí, en este fuerte de San Cristóbal, donde arranca la historia que pasamos a relatar a continuación.

El periodista norteamericano, C. B. Colby, en un artículo publicado en los años 70, nos cuenta la historia de un rico puertorriqueño que por aquellas fechas quiso organizar una excursión, junto a un amigo suyo, a los viejos tanques de agua de San Cristóbal. Para ello, se hizo acompañar de una barca de su propiedad y ambos amigos se introdujeron en los subterráneos del fuerte.

Al poco de permanecer en el lugar, los dos hombres descubrieron en una de las salas que se estaban por encima del nivel del agua, un extraño cuadro, de considerable antigüedad, que representaba una escena religiosa. Los descubridores recogieron el cuadro, que olía a moho, y se lo llevaron de allí, intrigados por su hallazgo.

Colby, nos dice que el rico puertorriqueño consideró oportuno colocarle un marco y que un especialista lo examinara para datar su fecha y su valor; no obstante, hasta que esto se llevara a efecto, decidió colgarlo en el gran vestíbulo de su villa, cerca del mar.

Para la esposa del “descubridor”, aquel cuadro no era más que un nido de polvo que lo único que conseguiría era atraer a los insectos; además de que no cesaba de quejarse de su olor.

Transcurridos dos días, el cuadro desapareció. El puertorriqueño pensó que quizás su mujer lo había trasladado a otro lugar, pero ésta le dijo que no era así y que incluso había pensado que había sido él el que lo había hecho mandar a la ciudad. Durante todo un día, ni uno ni otro supieron qué había sido del cuadro. El hombre avisó también a su amigo y éste le adujo que no sabía nada de la pintura. Con esto, y llenos de curiosidad, los dos hombres decidieron regresar al fuerte para ver si, por casualidad, “alguien” lo había podido devolver a su lugar de origen, en el fuerte de San Cristóbal.

Para su sorpresa, los dos amigos encontraron el cuadro en la cisterna bajo tierra, en el mismo lugar en el que lo habían hallado la primera vez. Nadie había cogido su barca, por lo menos no había ninguna señal de huellas, y decidieron dejar allí la pintura por miedo a una supuesta maldición.

Nadie sabe cómo fue a parar allí, de nuevo, el misterioso cuadro y suponemos que nunca lo sabremos. Según he podido oír por ahí, el cuadro podría estar todavía allí. Si alguno de nuestros apreciados lectores de Puerto Rico conoce esta historia, le agradeceríamos infinitamente que nos informara sobre el particular, caso de que supiera de esta historia.

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