miércoles, 23 de enero de 2013

Historias sobre el cerebro

Muchas veces nos hemos hecho esa pregunta si saber realmente darle una respuesta satisfactoria. ¿Tiene el cerebro, realmente, la utilidad de hacernos pensar, sentir y hacernos mover? ¿Radica la memoria en esa materia gris? De no ser así, ¿Por qué es el órgano del cuerpo mejor protegido de todos? ¿Por qué cuando un neurocirujano toca una determinada parte del cerebro este reacciona tal y como se espera, despertando en la persona la función que se supone se encuentra ahí situada? Todo parece indicar que esa masa rugosa a la que llamamos cerebro, posee ciertamente todas las características que creemos de ella. Pero... Como dijo Charles Fort... yo no puedo decir que todos los mirlos son blancos porque un día vi dos negros. Veamos porque digo esto.

En 1935, en la maternidad del hospital de Saint Vincent, en Nueva York, nació un niño que presentaba unas pequeñas disfunciones motrices, pero que no afectaban, en general, a su condición de recién nacido. El niño lloraba, se alimentaba y se reía como un niño completamente normal. Pero he ahí, que cuando veintisiete días después murió de forma súbita, y se le hizo la autopsia, los médicos descubrieron, atónitos, que el infante... no tenía cerebro.

Pero veamos otro caso.

En 1940, el prestigioso neurólogo boliviano, Nicolás Ortiz, comunicó a la Sociedad de Antropología, un caso realmente curioso. Un niño de catorce años tenía un tumor en el cerebro que le causaba, ocasionalmente, algunos dolores de cabeza. El niño pensaba con lógica y lucidez y vivía como una persona completamente normal. Los médicos iban a operarle cuando el pobre muchacho murió sin que esta se llevara a efecto. Casi al instante, los doctores a su cuidado le realizaron una autopsia y descubrieron un tumor gigantesco adosada al cerebelo y el cerebro completamente despegado del bulbo raquídeo.

¿Cómo se explican estos dos casos? ¿Cómo un niño sin cerebro puede conocer lo que es la risa, el llanto o el hambre? ¿Cómo puede ser que un muchacho de catorce años viva tan solo con un ligero dolor de cabeza cuando su cerebelo está invadido por un tumor y su cerebro despegado del bulbo? ¿Qué son, por otra parte, los hidrocéfalos, esas gentes que en lugar de cerebro tiene una buena cantidad de agua?

Quizás los antiguos tenían razón, y la inteligencia se encuentra situada en todas las partes del cuerpo y no sólo en el cerebro. Fuera como fuere, he ahí unas buenas historias para añadir al catálogo de hechos forteanos.

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