El investigador, Salvador Freixedo, nos relató en cierta ocasión una historia realmente curiosa que le fue referida, as su vez, por el norteamericano John Keel. Keel, poseía una carta escrita por una mujer en la cual relataba la experiencia ocurrida a su abuelo, un esclavo negro del sur de los Estados Unidos.
Cierta noche, en que éste, siendo todavía joven, regresaba a su casa por un atajo en medio del bosque, se sorprendió al ver en mitad de la espesura una gran luz. Con sumo cuidado, se fue aproximando al lugar y al abrirse ante sus ojos un claro en la vegetación, descubrió en su centro a una hermosa joven, vestida con un ropaje blanco, que danzaba animadamente sosteniendo en sus manos una varita de luz maravillosa.
Extasiado, el joven observó subrepticiamente aquel espectáculo y fue entonces cuando se dio cuenta que la misteriosa mujer se aproximaba a él, como flotando en el aire y sin dejar de danzar, como si supiera que su espía se encontraba en aquel lugar. El hombre se asustó tremendamente y salió corriendo de allí rasgándose las ropas en la maleza y llegando a casa de sus padres presa de la más terrible excitación.
El muchacho aseguró a sus padres que resultaba imposible ser descubierto en el lugar en el que se había ocultado, pero aquella extraña mujer lo vio a pesar de la oscuridad.
La familia, sugirió al joven que guardara el secreto de su experiencia y sólo ochenta años después, cuando su nieta leyó los libros de Keel, la historia se hizo conocida.
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