Francisco A. Samper, un amable lector de nuestra de nuestra sección “Historias Auténticas del Más Allá”, nos remitió por E-mail la extraña historia que a continuación pasamos a conocer. Hemos respetado su correo, tal y como nos lo envió, con la intención de que el suceso sea conocido de boca del propio testigo. Esto es lo que nos contó:
“Saludos. Me llamo Paco y tengo cincuenta y dos años. Trabajo en una residencia-hospital para ancianos en San Francisco, California, como recepcionista de noche, y a raíz de un incidente que me vino sucediendo durante algo más de una semana, conecté con otro que me ocurrió a la edad de tres años, y del cual, por cierto, no tenía el más mínimo recuerdo.
Trataré de ir por partes. En el lugar donde trabajo, dispongo de un sistema de vigilancia digital con numerosas cámaras estratégicamente emplazadas rastreando las entradas y salidas del edificio y los diferentes pasillos que lo cruzan, veinte segundos antes de que cualquier imagen aparezca en los monitores. Es entonces cuando aparece un rótulo intermitente (ACT) avisándome que alguien se acerca a la cámara; de ese modo puedo revisar la pantalla y ampliar la imagen si lo deseo.
Hace una semana, sobre las 3:30 de la madrugada, observé el rótulo parpadeando y pensé: ¡Alguien viene! Pero para mi sorpresa nadie apareció en la pantalla. Al principio no le di la mayor importancia pero al cabo de unos minutos volvió a ocurrir lo mismo. Estuve pendiente de los monitores y efectivamente éstos me avisaban de una presencia pero, sin embargo, en ellos no se veía a nadie. Finalmente, hice una ronda y revisé la cámara. Todo estaba en orden; incluso tuve cuidado de comprobar que no había siquiera algún insecto pegado a la lente. Pues bien, esto ha venido ocurriendo durante algo más de una semana. He preguntado a los empleados de la compañía de seguridad, encargados del {mantenimiento de las videocámaras, y me aseguraron que todo funcionaba correctamente} (hemos colocado esta parte entre paréntesis, pues el mail de nuestro testigo sufrió aquí una alteración y nos resultaba difícil interpretarlo. No obstante, pensamos que esto fue lo que quería decirnos).
Unos días más tarde, hablé con mi madre y en broma le dije:
-¿Sabes que tengo un fantasma en mi trabajo?
A lo que ella me contestó:
-Tú siempre ves fantasmas. Cuando tenías tres años tu prima Pilar falleció de meningitis, y una tarde nos llegaste a tu tía y a mí, diciendo: “Mama, mama, la prima Pilar está en su sillita y dice que quiere su biberón; y está llorando porque tiene hambre”.
Las dos mujeres se miraron sorprendidas y mi tía se puso a llorar desconsolada, pues esa era la hora exacta en la que ella le daba de comer a su hija. Yo, como podrán suponer, era muy pequeño, y nadie me había dicho que mi prima había fallecido.
Cosas extrañas.
Francisco A. Samper.
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