lunes, 21 de enero de 2013

El misterioso vuelo de los carneros

Andreas Faber Kaiser, en su libro “El Muñeco Humano”, reproduce una historia tomada del libro “Historias prodigiosas y maravillosas”, escrito en francés por Pierre Bouisteau, Claude tesserant y François Beileforest y traducido al castellano por Andea Pescione. Se trata “de un prodigio que el año de 1579 se vio en Vizcaya, cerca de la villa de Bilbao”.

“Y este caso es tan infalible verdad –dice el texto- que humanamente ninguna cosa lo puede ser más, y el ilustre y docto varón, el licenciado Diego Álvarez de Solórzano, corregidor que era entonces de Vizcaya, en Bilbao, hizo del caso bastante información, con gran número de testigos, todos gente fidedigna, y de ello envío relación a la Majestad del Rey don Felipe, nuestro señor, de esta manera.”

Dice el relato que el 16 de septiembre de aquel año, un vecino de la villa, rico e hijodalgo, llamado San Juan de Yssasi, estaba asomado a la ventana de su casa, mirando a unos hombres que estaban vendimiando y observó que parecían alterados, mirando atentamente hacia la otra banda de la hondonada.

“Y él fue a donde estaban los vendimiadores. Y vio que en lo más hondo de un valle entre dos cerros (...) había una caverna o cueva.

Y vio que de ella salían muchos cuerpos o bultos, como borregos o medianos carneros, unos con cuernos y otros sin ellos; unos eran de color blanco y otros tenían el color más oscuro, tirando a amarillo (...) y conforme iban saliendo de aquella cueva, se levantaban en el aire a la altura de cuanto con la mano se puede tirar una piedra, y allí se desvanecían y no aparecían más. E iban saliendo otros que, conforme se iban levantando por el aire, chocaban con los que ya descendían.

“Y duró aquel combate como un cuarto de hora, y mostrando siempre la misma grandeza, al cabo de aquel tiempo todos juntos se bajaron a la boca de la cueva. Y en un instante pareció que allí uno de ellos se había convertido en un buey, así en la forma como en la grandeza. Y era de color hosco, oscuro tostado. Y sin detenerse, se metió por la espesura de un robledal que allí había. E iba con tal ímpetu, que mucho ganado que había por allí de vacas, yeguas y mulas, se espantaron y corrieron en diferentes direcciones. Y el buey nunca más apareció.

“El cuerpo de aquel buey no parecía ser vano ni fantástico como eran los de los carneros, de los cuales fueron palpados algunos y resultaron “vacíos”, “no sólidos”, como así mismo lo mostraba la ligereza con que subían y descendían por el aire.

“Pero el buey, cuando corrió, parecía que iba rompiendo el suelo y en el momento en que él hizo de sí aquella conversión, salieron de aquella cueva otros dos animales semejantes pero de mucha menor estatura. Y también ellos se emboscaron por el monte, aunque por diversos caminos.

“Después de aquello se vio que de la cueva salió gran cantidad de langostas, las cuales subieron por el aire a la misma altura que habían subido los carneros, y allí se combatieron un poco entre sí, y después todas juntas fueron a caer en una vaguada que está frente a casa de San Juan de Issasi, consumiéndose de tal forma que no se vieron más”.

Historia extraña donde las haya, ¿no les parece?

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