miércoles, 16 de enero de 2013

Un sueño bélico que se hizo realidad

El gran Camille Flammarion, en su desaparecido libro, “Las Casas de Duendes”, editado por la editorial Aguilar, nos cuenta una historia que vale la pena recuperar. Le fue referida el ex sargento mayor de la compañía de franco-tiradores de Neuilly-Sur-Seine. Rëginer. Veamos de qué se trata:

“En 1869, en el momento del plebiscito, tuve un sueño mejor dicho, una pesadilla terrible.

En ella, veíame soldado en plena guerra, y sufriendo todas las exigencias de la vida militar: la marcha, el hambre, la sed. Oía las voces de mando, el tiroteo, el ruido del cañón, veía caer muertos y heridos a mi alrededor y oía sus gritos.

De pronto, me encontraba en un país, en un pueblecito, donde teníamos que sostener un ataque terrible del enemigo, formado por prusianos, bávaros, y dragones bandenses. He de hacer notar que jamás había visto aquellos uniformes, y que por entonces o se hablaba nada de guerra. En un momento determinado vi a uno de nuestros oficiales subir al campanario, provisto de unos gemelos, para darse cuenta del movimiento del enemigo, y luego bajar, dar orden de cargar y lanzarnos a paso gimnástico, a la bayoneta, contra una batería prusiana.

En este instante de mi sueño, encontrándome en lucha cuerpo a cuerpo con los artilleros de aquella batería, uno de ellos me dio un sablazo en la cabeza, tan formidable que me partió en dos. Desperté entonces, y me encontré por tierra sobre la alfombra, sintiendo un fuerte dolor en la cabeza, pues al caer del lecho dio ésta contra una pequeña estufa.

El 6 de octubre de 1870 fue realidad este sueño: pueblecito, escuela, alcaldía, iglesia, nuestro oficial subiendo al campanario para darse cuenta de las posiciones del enemigo, descendiendo luego y dando orden de atacar a la bayoneta a las baterías prusianas. En mi sueño, fue en este momento cuando me abrieron la cabeza de un sablazo. En la realidad, esperaba que así sucediera; pero sólo recibí un golpe de escobillón, dirigido probablemente a la cabeza y que, gracias a una parada, me dio en el muslo derecho”.

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