lunes, 4 de febrero de 2013

El descuartizado que llovió del cielo

1978. Estado de Tabasco, México. Un grupo de siete trabajadores de la compañía “Petróleos Mexicanos”, se dirige apelotonados en una furgoneta “Gremlin” por la carretera del circuito del Golfo, de Villahermoso a Cárdenas. Acaban de cobrar el sueldo y andan dispuestos a celebrar una fiesta. En el trayecto, los siete hombres iban muy alegres, contándose chistes y bromeando, cuando de repente, un terrible impacto zarandea brutalmente el automóvil y un millar de cristalitos del parabrisas, les salpica en la cara como una lluvia de pequeñas piedras.

En el ínterin, y asustados hasta el extremo, los tres hombres que se encontraban en el asiento delantero, comienzan a gritar y piden desesperados al conductor que detenga el auto pues algo grande y pesado acaba de caerles sobre las piernas. Con el miedo y la sorpresa del momento, el conductor aprieta el acelerador, en lugar de frenar, y los siete hombres están a punto de estrellarse.

Cuando al fin el coche se detiene, los tres hombres de delante siguen gritando con desesperación, ya que la incertidumbre que propicia la oscuridad de la noche no les permite ver lo que tienen sobre las piernas. Cuando finalmente consiguen vislumbrar lo que les ha caído encima, una ola de asco y terror concentrado les invade por completo, hasta el punto de hacerles patalear, tratando de quitarse esa cosa de encima. ¡Sobre su cuerpo tienen la mitad superior de un hombre, al que han cortado por la cintura!

Los siete hombres se detuvieron finalmente en las cercanías de Loma de Caballo, en medio de la oscuridad de la noche. El miedo y el nerviosismo que llevan dentro, les hace abandonar allí mismo el cadáver y deciden regresar al lugar de donde habían partido.

La parte inferior del cuerpo, apareció poco después, cerca de la carretera donde los hombres habían sentido el impacto en el coche, con la consiguiente sorpresa de su otra mitad caída del cielo. Curiosamente, esta parte no fue hallada en la calzada o en la cuneta de la carretera, sino en un campo no muy lejos de allí. El muerto resultó ser un pobre jornalero.

Los siete hombres aseguraron más tarde que no atropellaron a aquel hombre, sino que, muy al contrario, éste cayó verticalmente desde arriba. A esto hay que añadir que un cuerpo arrollado de frente difícilmente se le puede partir por la mitad, además de que el parabrisas de un coche “Gremlin” está muy inclinado hacia atrás y rechazaría el cuerpo en lugar de permitirle avanzar hasta romper la luna delantera.

Pero hay más detalles que complican más, si cabe, este extraño suceso. Salvador Freixedo, fue la persona que dio a conocer el caso y que lo investigó hasta sus mínimos detalles. En su investigación (la cual podemos encontrar en su libro “La Granja Humana” edit: Plaza y Janés), Freixedo, habló con el hijo de la víctima, quien le aseveró que su padre no había sido atropellado. Para esto, adujo que su padre era persona tranquila y hogareña y que no había motivo alguno para que estuviera en lugar tan alejado de su casa y a esas horas intempestivas. Le dijo que él no acostumbraba a ir por esos parajes y menos todavía caminando en medio de la carretera.

Otro de los motivos por el cual creía en la inocencia de los siete hombres de la petrolera, era que su padre no presentaba las características clásicas de un atropellado, pues las heridas encontradas en el cuerpo, eran demasiado extrañas para que fueran producidas por el impacto de un coche.

-A mi padre lo aserraron por la cintura. No sé quién. Pero no lo arrolló ningún coche.

Según él, a su padre lo aserraron meticulosamente con algún instrumento. El cuerpo no tenía desgarraduras de ninguna clase, y la ropa se encontraba perfectamente cortada. No había fractura de huesos, los intestinos y restos de tejidos no colgaban de las partes seccionadas, como hubiese sido lógico de haberse tratado de un atropellamiento. Para más INRI, no se pudo encontrar resto de sangre por ningún lado, ni la ropa tenía desgarrones o partículas de tierra. En definitiva, tanto la carne como la ropa del cadáver, estaban cortadas de forma minuciosa, como si una guillotina gigante hubiese separado de un solo tajo ambas partes del cuerpo, y posteriormente la tajadura se hubiese cauterizado de inmediato, sin dejar rastros.

Los siete hombres que descubrieron de forma tan traumática al desmembrado llovido del cielo, habían sido encarcelados después de su declaración, pero fueron liberados por el juez, poco después, por falta de pruebas. En cuanto a la familia, dejemos que sea el propio Freixedo quien nos diga lo que pensaron del suceso:

“La familia simplemente no sabía lo que había pasado y me da la impresión de que el fuerte nerviosismo que se apoderó de su hijo fue producto de que de una manera confusa cayó en la cuenta de que aquello no era cosa natural, y en el fondo tenía que ver con la brujería o con algo misterioso que él no podía ni imaginar y por eso mismo lo aterrorizaba. No cesaba de decir: “A mi padre lo serrucharon”.

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