jueves, 7 de febrero de 2013

El último dinosaurio

El investigador y escritor británico, Harold T. Wilkins, se vio en la extraña tesitura de si contar su historia o no. Y el motivo no era para menos. ¿Le tomarían por loco? ¿Por un charlatán? Sería lo más probable. Pero a pesar de ello relató lo que le había sucedido.

Según su testimonio, en la mañana del 5 de julio de de 1949, día martes a las once y media, él y un amigo se encontraban paseando por las cercanías de un tranquilo arroyo de East Looe, en Cornualles, Inglaterra, cuando de pronto vieron aparecer ante ellos dos magníficos saurios de quince a veinte pies de longitud, muy parecidos al antiguo plesiosaurio.

“Lo más sorprendente eran sus partes dorsales –explicó Wilkins-: en cresta, aserradas y parecidas a las antiguas pinturas chinas de dragones. Las gaviotas se calaban sobre él de detrás, que tenía un gran pedazo de corteza de naranja en sus partes dorsales... Sus cabezas eran de color verde botella.”

Esta curiosa historia podrá encontrarse en el libro de Harold T. Wilkins, “Strange Mysteries of Time and Space”.

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