miércoles, 6 de febrero de 2013

El diablo burlón

Hola amigos. Me gusta vuestra página y sobre todo ver como la gente se desahoga de sus miedos aquí, ya que la gente con quien se convive no te creen y te toman por loco; y eso es lo que me ocurre a mí. Paso a contaros:

Un día soleado, de repente, se puso todo nubloso y oscuro. Vino tal tormenta que tuvimos que cerrar las persianas deprisa. En aquel entonces tenía un gato negro, pues me encantan así, y no soy nada supersticioso, y mi abuela que sí es muy supersticiosa, me dijo que era malo acariciar a un gato cuando había tormenta. Pero no le hice caso y cuando pasó el gato entre mis piernas, alargué la mano y noté como una descarga eléctrica. El gato dio un salto fuera de lo normal, hasta el sofá, y se le puso el pelo todo erizado, tal como se les pone cuando pelean con un perro.

En ese instante, dejó de llover, abrimos la persiana a media altura y salí afuera seguido de mi hermana. Al haber pasado la persiana y alzar la vista, delante de mí apareció una imagen negra parecida a un pequeño diablo que parecía reírse de mí. Tal como lo vi, se fue evaporando. Exaltado le pregunté a mi hermana si había visto aquello y no me supo responder. Semanas después, aquel gato desapareció, y lo extraño era que al estar sentado o acostado en la cama, notaba algo en el pasillo, y al querer mirarlo me parecía ver la sombra de un gato que al ser descubierto salía huyendo.

Pasaron los años y yo creí que todo aquello había sido un sueño que yo creía recordar cómo real. Nunca se lo había contado a nadie y un día de aquellos que empiezas a contar historias extrañas, la conté. Mi hermana me cortó la historia y aclaró que ella recordaba lo mismo, que había visto un diablo al salir al balcón y que también veía la sombra en el pasillo, pero que nunca quiso contar esa historia porque le daba miedo hacerlo. El miedo me entró a mí después de oír lo que dijo y pude comprobar que no fue un sueño. Y más miedo me entró cuando mi hermano pequeño también contó que veía la sombra en el pasillo, cuando él ni siquiera había nacido cuando teníamos aquel gato.

S. Porras.

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